domingo, 23 de diciembre de 2012

Vivir sin ver

Hoy voy a ver la vida sin gafas, borrosa. Toda borrosa.
Voy a levantarme sin mirar el reloj, escuchando tan solo el sonido de la alarma.
Voy a coger el primer autobús que vea sin mirar el número ni el destino que lleva, pues mis pupilas no alcanzarán a verlo, dejándome guiar a un rumbo cualquiera.
Voy a hablar con alguien y enamorarme de sus palabras, del sonido de su voz, del tono que conforman sus cuerdas vocales, de su tacto al rozarme, de la suavidad de su piel.
Nunca del físico, pues no puedo ver sus rostros, y menos a distancia, teniendo constantemente "citas a ciegas" con todo aquel con el que tengo un mínimo contacto.

Un universo donde nada es explícito, donde la realidad natural se perciba completamente a nuestros sentidos, sin gafas, sin vista.
Donde nadie es conocido, donde no existan las formas perfectas ni la nitidez, donde el color de piel sea indiferente, y la ropa sea solo una indumentaria útil para cubrirnos del frío.

Puede que echase de menos fijarme en las miradas y gestos de las personas ajenas, pero reinarán las voces, los timbres, las vocales y consonantes.

Los coches no tendrían matrícula, la tele no tendría canales perceptibles a la vista, en los supermercados no se verían los precios de los productos, los libros se escucharían mediante cascos.

Déjame ver hoy el mundo sin gafas y que nada importe, excepto las voces.

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