martes, 24 de febrero de 2015

Tus maneras de hacer las cosas

Me perdí de tus caudales que con rumbo fijo mecían la corriente de agua por la que yo flotaba como si de un río se tratara.
Me perdí una noche, sin saber donde te encontrabas, y preguntándome el por qué me abandonabas en aquella oscuridad que me aterraba.
Encontré por el camino algunos mensajes:
- Sígueme.-me indicabas, algún día llegarás a encontrarme.
Seguía el sendero de tu recorrido, cada vez más rápido para no perderte, pero llegó un día en el que no vi ni el rastro de tus  pisadas.
Habías huido, desaparecido de mi camino, evitando que te encontrara.
Me tumbé, exhausta y cansada de seguir algo que no volverá, algo que no tiene retorno ya.
Y llena de impotencia y rabia asumo que me dejaste, allí tirada.
sin ayudarme si quiera a salir de aquel bosque en el que me había inmerso por ti.
Como si ya, de repente, no te importara nada, como si ya de repente, no existiéramos más en nuestras vidas.

jueves, 19 de febrero de 2015

Arriesgar y\o perder

A veces me lanzo de los precipicios, a esos a los que nunca puedes volver a escalar.
A esos, que una vez que te tiras lo apuestas todo en ello sabiendo que pierdes muchas cosas que dejas atrás, que se quedaron justo en el borde en cuanto te tiraste.
Y lo arriesgas todo.
Sin saber si la vida allá abajo será más cómoda, más bonita, o tendrá también cosas que te hagan feliz, mínimo como antes.
Claro que hay pánico.
Es como estar en la superficie de un grandísimo edificio e inclinarse a ver la vida de abajo.
Tu vida pasa en segundos por delante.
Me aterroriza perder la vida, me aterroriza perderlo todo.

Pero cuando lo que tienes no es suficiente, no te completa, no te hace del todo feliz, te arriesgas a perderlo todo y empezar de cero, confiando, que ésta vez, va a salir bien.

jueves, 12 de febrero de 2015

Espinas

Hay espinas que no tienen punta, que no se ven, que no son pequeñas o que no nacen del tallo de las flores.

Hay espinas nobles, que no duelen, pudiendo moldearlas a su antojo.
Hay espinas duras y gruesas que dejan señales siempre a lo largo del tiempo.

Hay espinas de las que te da miedo tocar a distancia, parece que pinchan con solo mirarlas.
Otras de las que apetece tocarlas, porque son blandas, agradables, moldeables.

Negras, verdes, incoloras.

Las peligrosas no son aquellas que  te da miedo tocar por su dureza y grosor.
Las peligrosas son aquellas que se esconden, que son invisibles, que se escapan al tacto o a la vista, manejándose por doquier por donde ellas quieran.

Esas que se introducen dentro de ti, que te tocan el corazón, el alma, los pensamientos, la cabeza.

Esas que una vez que se introducen hacen daño y no puedes hacerlas desaparecer, porque se incrustan queriéndose quedar a vivir alterando tu armonía y no tienen forma ni figura.

Esas son de las que realmente hay que huir, pero no hay pinzas de su medida, no técnica para encontrar la salida.

Solo queda resistir, y si es posible, evitarlas antes de tiempo, porque éstas si que dan miedo una vez que se incrustan no quieren volver a salir, dejando todo el recorrido lleno de cicatrices.

jueves, 5 de febrero de 2015

De cuando en vez

De estas veces  que deseas romper con todo, desaparecer, huir; pero queda un pequeño hilo que te retiene, y te quedas.

Yo y mi relación conmigo

Nunca se me dieron bien las relaciones.
Ni siquiera muy bien las de amistad.
Ni siquiera las familiares.
Mucho menos las de pareja.

relación

  1. f. Conexión,correspondencia de una cosa con otra:
    no veo la relación entre estos dos temas.
  2. Trato,comunicación de una persona con otra:
    son primos,pero apenas tienen relación.

Soy completamente nula.
Nunca sé como hacerlo bien.
Siempre observo a los demás y les envidio de lo fácil que resulta tener una relación de cualquier tipo, hasta con su perro.
Y observo las mías, y nunca han sido lineales, continuas ni de una buena calidad.

Si hubiera una bolsa de valores de las relaciones las mías sin duda tendrían los más bajos.

Hay veces que huía de ellas, entregándome completamente a una persona que acabo de conocer, abriéndole todas las puertas de mi vida porque sabía, en efecto, que lo dejaría de ver.

Y así me sentía llena, por un breve minuto de tiempo. Sin preocuparme en perpetuar ninguna relación ni de tener miedo a perderla.

Y aquí estoy, habiendo caído de nuevo a otra a la que vuelvo a no saber continuarla, seguirla, regarla.

Viéndola asomándose al precipicio y no saber como agarrarla, retenerla para que no se vaya.

Observando desde la distancia uno más de mis desastres.

Era yo


Ella rompió las reglas, la continuidad de la rutina, la estabilidad.
El buen humor y la confianza creada.
Ahora es ella la que no confía, la que a veces no duerme en la noche, quedándose sumida en un sueño real, más dura que una pesadilla.
Su corazón le dice a veces que pare ya, o la desmesura de sus palpitaciones le provocará desequilibrarse aún más.

Y vuelves a desear estar con él porque sabes que es de la única forma de que la tormenta pare. Aunque a él también le hace pagar a veces su malestar.

Ese que ella misma provoca y ahora no sabe como deshacerse de él.

El miedo ahora la persigue por primera vez sin advertirle de cuando la dejará ir, sin saber cuando volverá la estabilidad, la rutina y la continuidad sin enturbiarle más noches en vela.

Ella no se reconocía, las lágrimas que derramaba no las entendía, y el miedo ahora que no perdonaba.

No se encontraba como antes en los espejos o en los ojos de él reflejada. No sabía que pasaba y donde había quedado el pasado que construyó con amor.

No se reconocía, no me reconocía. Era yo.