jueves, 28 de enero de 2016

Salto al vacío

Riesgo.
Cuando no esperas nada de la vida ni te cierras a nada, es cuando recibes y te encuentras con las mejores cosas, que inesperadas, dejas que entren, un poco en ti. Te cautiven e hipnoticen.
Así lo hice yo, contigo.
Sintiéndome como un salto al vacío en el que no sé si caeré, o el paracaídas funcionaría a mitad de camino para salvarme, para salvarnos.
Me dejaba llevar, fuera cual fuera el destino.
No tenía miedo de lo que fuese a pasar.
Ahí es cuando realmente te encontré. Te deseé. Experimenté partes de ti, y entregué trozos de mí que en la más remota vida pasada hubiera hecho.
Siempre por el miedo a herirnos, siempre por la certeza de que todo se iba a acabar, en cualquier punto. Por eso no me exponía nunca de forma completa, al menos, una parte de mí se reservaba para no ser herida en la batalla.
Pero ahora no me importa. Sé que si hubiese dolor, no sería tan grande como los momentos placenteros que vives cuando te descubres y te expones entero.
Y así pienso seguir, exponiéndome tanto a ti hasta que me conozcas como yo no he sido capaz de hacerlo conmigo nunca. Y que me arañes o me lastimes, eso ya da igual, porque nunca ganaría la batalla de todo lo bueno vivido.