viernes, 26 de agosto de 2011

Corazón no me hables tan alto que duele

No es uno de los mejores momentos de mi vida.
Mi cuerpo ha decidido tomarse la justicia por su mano de expresar todos mis comederos de cabeza por el corazón.

Tengo ansiedad, es horrible esa sensación, y más cuando esperas levantarte al día siguiente y sigues igual.

Hoy me late el corazón super fuerte. Un poco más de fuerza y se sale del pecho.

He ido a mi médico incompetente y me ha derivado a la enfermera para que me haga un electrocardiograma, mis pulsaciones en reposo son de 113 pulsaciones por minuto, lo cual tengo una leve taquicardia (se considera a partir de 100)

- Bueno, pues evita estresarte.-me dijo. Y ahí se pensaba quedar.

Por dentro ardía de la indignación.

-Bueno, ¿Y cómo me lo quito?, pues evita café, tabaco...(no tomo nada)y tómate una valeriana aver si así mejora.

La sensación es de angustia, ahogo, ganas de enfadarme por todo, agobiarme por todo. De costarme mucho trabajo para dormir y comer es muy desagradable con las pulsaciones tan altas.


Me he automedicado, porque siento el corazón mucho más rápido. Y hace como media hora me he tomado Lorazepam, que lo tomaba mi abuelo para la ansiedad.

Dicen que es fuerte, pero aún no siento una bajada de las pulsaciones. No sé que hacer ya

domingo, 21 de agosto de 2011

Ideas

Vuelvo, como viene a ser frecuente a ahogarme entre palpitaciones.
Me inundan el pecho expandiéndose hasta mi cabeza, la cual suele ser la raíz del problema.
Las preocupaciones, a veces infundadas en conceptos sin sentido, algo absurdos e irrelevantes.
Pero da igual la relevancia mientras se cree un origen irrisorio por encima de cualquier idea, haciéndola dañina para tu mente.

sábado, 20 de agosto de 2011

1995

Recuerdo con gran vividez aquel año. Al igual que miles de recuerdos desde la guardería en adelante.
Aún siento el confort que sentía cuando entraba en esa casa y aún vivías.
Puedo sentir el tacto del sofá estampado, el frío que me impregnaba cuando me sentaba en el sardiné.
Los abrazos que me dabas al verme. La muñeca que me regalaste.
Los sugus que me dabas cada vez que iba. O el bote de colacao entero lleno de tazos de barbies que tenía reservado para cuando iba a jugar.
Recuerdo que me enseñaste a coger un cuchillo y mi madre aún no quería que lo cogiera porque era aún muy pequeña.
Lo mal que lo pasaste y lo culpable que te sentiste cuando me caí por las escaleras de tu casa.
Los biberones que me bebía en el salón con la mano dentro de mi camiseta.
Cuando iba contigo y con el carrito a la tienda de Inés.
Recuerdo verte triste, aunque tú querías ocultármelo, pero yo era muy observadora y sabía que pasaba.

Las ganas de que llegara el fin de semana para ir a verte y la de lágrimas que derramaba cuando llegaba el domingo y tenía que volver.

La última noche que recuerdo pasar en tu casa cuando ya no estabas. Que distinta se notaba tu casa, cuanto frío había entonces.
En la misma cama donde dormía siempre con la tita y con mi madre. Yo pregunté por ti, sabía que no estabas sabes, pero nadie se molestó en explicarme que te había pasado. Mi madre me lo explicó allí, estando acostadas en la cama. Yo no pude dormir bien.
Me contó que te quedaste dormida mucho tiempo en la hamaca que tanto me gustaba que se mecía, y el abuelo se asustó y llamó a emergencias y te recogieron en un helicóptero, pero ya no pudieron hacer nada por ti, tuviste un ataque al corazón. Desapareciste de nuestras vidas.

La familia se rompió. Tu casa está despedazándose. Tus hijos no se pusieron de acuerdo para venderla. Se está marchitando a la vez que los recuerdos se mueren de las mentes que no los reviven.
Yo los revivo con mucha frecuencia.
Recuerdo el día de tu ida. No existían los móviles, al menos donde yo vivía creo que no.
Era Julio, vinieron en coche desde El Coronil a Alcalá, mis tías por parte de madre a comunicar la noticia.
Yo lo escuché, era pequeña pero no sorda.
Notaba los nervios de la gente, la tristeza que se posaba en ellos. El querer ocultar las lágrimas delante de nosotros. Pero vuestra agitación os delataba.

Recuerdo estar en tu cochera, había demasiada gente.
Mi padre tenía los ojos muy rojos, pero aún así no lo vi llorar. Sé que pasaba algo malo..
Y lo fui comprendiendo, y te echaba de menos, muchísimo. Y lo sigo haciendo cada instante de mi vida.

Te querré siempre siempre.