miércoles, 30 de marzo de 2016

Me fugo

Hay veces que fugo, de la palabra fugar, pero yo, conmigo, a solas, o dentro de mí.
Nadie se da cuenta, o sí, pero me da igual.
Cojo mis atavíos, no materiales, sino mentales y me los llevo a otra parte. A un rincón dentro de mí que nadie conoce.
Sí, a veces me crea un poco de ansiedad encerrarme en mí misma de tal manera, pero a veces lo necesito.
Quizás lo necesite por esa cobardía de mostrar lo que siento realmente a veces, quizás porque a veces pienso que lo que siento no debe ser razonable con mi personalidad, o mi edad, y eso me pesa; quizás porque a veces yo misma ni siquiera quiero pensar esas cosas. Pero hay veces que los pensamientos que no quiero pensar se me incrustan en mi débil cerebro haciéndome flojear y me persiguen las horas que estoy despierta e incluso en sueños, no dejándome descansar. Llegando casi a la obsesión.
Es por eso que a veces me fugo, cojo mis pedazos internos, buenos y malos y me los llevo a otra parte que nadie conozca donde me sienta a salvo.
El problema es que cuando me alejo de mí misma, también me alejo de los demás. Huyo de mí, y de todo, y eso a veces es lo que me gustaría cambiar.
Que no sé fugarme solo de mí misma y de mis pensamientos disruptivos que interrumpen mi últimamente, gran estabilidad y calma. Así que quiero que se vayan pero nunca sé como.
Y la única manera que sé es fugándome, de mí, de todos, pero ni eso ya funciona porque me aleja de ti.

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