miércoles, 30 de marzo de 2016

Decálogo interno

Hay normas morales de las que no podemos escapar nunca,
nos sujetamos a ideas que creemos eternas, verdaderas y que perduran, aunque luego nos damos cuenta de que no es así, y todo se derrumba.
El amor que crees que es perfecto, siento decírtelo, no lo es.
El maquillaje de tu cara, no puede tapar tu falta de seguridad en ti misma o que ayer te echaran del trabajo.
Nos creemos filósofos bohemios eternos del amor, pero luego cuando lo vivimos dentro somos un mero ser humano más que se enamora, hace locuras, vive maravillas pero también lo pasa mal.
A pesar de que decíamos que con nuestra personalidad, nuestra forma de ser y nuestras actitudes nos llevarían a tener una relación ideal, porque, nos creíamos sabios del amor y de la verdad absoluta.
Y la realidad es que no entendemos una mierda, porque escapa a la razón, se te clava, enaltece tus emociones o las tira por el suelo cuando sabes que no lo vas a ver, que ya no te quiere o que en su pasado guarda miles de vivencias que tienes miedo de que se vuelvan a repetir contigo, eso sí, con el tiempo.
Al principio cuando te lo cuenta, todo es perfecto, maravilloso, y crees que la persona perfecta que encaja y combina contigo al cien por cien, como si de un puzzle perfectamente fabricado se tratase.
Y así es también todo el tiempo.
Hasta que un día no sabes por qué y todo deja de ser perfecto, quizás por un momento, quizás por un tiempo que se considera nimio al compararlo con todo lo bueno vivido.
Pero entonces te das cuenta de que eres una sierva más del amor, que todos somos esclavos y aprendices en sus garras, y que mienten aquellos que creen que lo harán perfecto cuando les pase, porque les absorberá y los dirigirá por sus deseos como nunca creían que se dejarían manipular.

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