Recaí. El mono me pudo en tiempos de
guerra y volví a consumirte. Puede que fueran dos veces en dos años.
Pero como dicen en psicología, el refuerzo intermitente es el más
difícil de eliminar. Siempre aparecía en el momento exacto en que
sabía que iba a tomar, aprovechándose de mi debilidad. Me daban
igual las consecuencias, el contexto, el mono de después. Porque de
todas formas estaría lejos de la sustancia, suficiente tiempo como
para volverme a curar. Cuando yo iba a desaparecer, aparecía con
poco intervalo de antelación, como si tuviera miedo de que lo
olvidara, o para querer dejarme marcada siempre. Al menos una vez por
año. Rompiendo con la lealtad de mí misma, y él, por su lado,
siendo infiel.
Como si siguiéramos teniendo poderes
el uno sobre el otro. Y entonces, recaigo. Recaemos, pero lo siento,
no me arrepiento si sé que ya no dueles. Volviéndose el mono de ti
inexistente, ya solo lo hago por puro vicio.
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