Donde me pongo la barrera para no sobrepasar la meta,
donde tiro el ancla para que sujete mis impulsos.
Dónde y en qué momento debo hacerlo para no lastimarnos.
Donde está la línea entre el deseo y el despropósito,
si hacerle caso a la moral o al instinto de besarte.
Si siempre tendré que esconderme en las trincheras para no visionarte
reteniendo de momento el deseo innato de besarte.
Dónde y cuándo podré salir del laberinto en qué me metiste,
dónde y cuándo vendrás a mostrarme la salida
de tus redes sensuales.
Dónde y cuándo me quitarás el ancla
que retienen todas las ansias de devorarte.
Dímelo tú, cuando pongas tú moral en la segunda escala de valores.
Cuando tu miedo te deje comportarte libremente,
cuando solo importen los impulsos del corazón
dejando la razón en un hueco aparte.
miércoles, 28 de agosto de 2013
miércoles, 14 de agosto de 2013
Heridas de guerra
Vienes cegado por tu seguridad suprema con paso decidido y amplio.
Te miro con la forma en que suelo mirarte. Mezcla de deseo y vergüenza, la que me provocas por cuanto me impone tu seguridad, que al lado de la mía es una trinchera impenetrable que parece que nunca va a perder el equilibrio.
Te acercas a mí, un solo milímetro separa tu boca de la mía, pero no me besas, este es tu juego. Me embaucas a medias, acrecentando mi deseo.
Acercas tu mano, y rozas con tu dedo índice la comisura de mis labios, provocando un hormigueo corporal que se prepara para el impulso de besarte, pero lo controlo. Este es tu juego, tus normas. Me controlo hasta el siguiente paso que quieras dar.
Sigo inmóvil, esperando tu siguiente obra maestra.
Tu dedo índice sigue repasando esta vez mi cuello y mis oídos, pasando por los hombros, donde sutilmente bajas la camisa.
Tu sonrisa implica deseo y que sabes que me está encantado, que me has hipnotizado.
Me besas el cuello y el hombro de una manera tan sutil que cierro los ojos con disimulo por el gusto.
Me llevas hasta el sillón, tumbándome para seguir tu juego, presa de tus normas.
Me dejas sin ropa en un suspiro, pasando a los gemidos que me produces al tocarme.
Lo haces tan bien que es imposible quejarse.
Sin darme cuenta terminas tu juego de seducción, y me encuentro bañada en sudores y líquidos producidos por la excitación.
- Me ha encantado.
- Lo sé.
Terminas dispuesto a vestirte y salir corriendo, pero es algo a lo que estoy acostumbrada.
Aquí espero a que vengas de nuevo cuando quieras sin decirme fecha a que vuelvas a dejarme heridas de guerra en el combate de los cuerpos.
Te miro con la forma en que suelo mirarte. Mezcla de deseo y vergüenza, la que me provocas por cuanto me impone tu seguridad, que al lado de la mía es una trinchera impenetrable que parece que nunca va a perder el equilibrio.
Te acercas a mí, un solo milímetro separa tu boca de la mía, pero no me besas, este es tu juego. Me embaucas a medias, acrecentando mi deseo.
Acercas tu mano, y rozas con tu dedo índice la comisura de mis labios, provocando un hormigueo corporal que se prepara para el impulso de besarte, pero lo controlo. Este es tu juego, tus normas. Me controlo hasta el siguiente paso que quieras dar.
Sigo inmóvil, esperando tu siguiente obra maestra.
Tu dedo índice sigue repasando esta vez mi cuello y mis oídos, pasando por los hombros, donde sutilmente bajas la camisa.
Tu sonrisa implica deseo y que sabes que me está encantado, que me has hipnotizado.
Me besas el cuello y el hombro de una manera tan sutil que cierro los ojos con disimulo por el gusto.
Me llevas hasta el sillón, tumbándome para seguir tu juego, presa de tus normas.
Me dejas sin ropa en un suspiro, pasando a los gemidos que me produces al tocarme.
Lo haces tan bien que es imposible quejarse.
Sin darme cuenta terminas tu juego de seducción, y me encuentro bañada en sudores y líquidos producidos por la excitación.
- Me ha encantado.
- Lo sé.
Terminas dispuesto a vestirte y salir corriendo, pero es algo a lo que estoy acostumbrada.
Aquí espero a que vengas de nuevo cuando quieras sin decirme fecha a que vuelvas a dejarme heridas de guerra en el combate de los cuerpos.
jueves, 1 de agosto de 2013
Nos queríamos tanto
Nos queríamos tanto
que el aire tenía miedo a combustionar
por el mero tacto entre ambos.
Nos queríamos tanto
que las estrellas envidiando nuestro fulgor,
se escondían a nuestro paso.
Nos queríamos tanto
que nuestros corazones se sincronizaban
con solo tocarnos.
Nos queríamos tanto,
pero eso no fue suficiente,
durando solo un intervalo.
Cantidad y calidad no iban de la mano en nuestro caso,
nos queríamos tanto, ¿Y qué?
si al poco la luz se fugó sin dejar rastro.
Si ni siquiera recuerdo ya el tacto de tus manos,
Si la trascendencia del acto se esfumó,
dejando huella como las estrellas que existieron hace miles de años.
que el aire tenía miedo a combustionar
por el mero tacto entre ambos.
Nos queríamos tanto
que las estrellas envidiando nuestro fulgor,
se escondían a nuestro paso.
Nos queríamos tanto
que nuestros corazones se sincronizaban
con solo tocarnos.
Nos queríamos tanto,
pero eso no fue suficiente,
durando solo un intervalo.
Cantidad y calidad no iban de la mano en nuestro caso,
nos queríamos tanto, ¿Y qué?
si al poco la luz se fugó sin dejar rastro.
Si ni siquiera recuerdo ya el tacto de tus manos,
Si la trascendencia del acto se esfumó,
dejando huella como las estrellas que existieron hace miles de años.
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