Nervios rebosantes comprimidos en el
vientre
cuando faltan tan sólo segundos para
verte.
Puede que me encantes aún sin
conocerte,
sin haberte visto antes,
sin que mis dedos hayan tenido
oportunidad alguna de rozarte.
Tan sólo era imaginarte,
y llenar de sensaciones todos mis
sentidos,
imaginándome si mis latidos latirían
tan fuerte como presentía.
Pero fue mucho más cuando te conocí,
cuando pude ponerte un rostro real,
cuando pude rodear con mis brazos a
alguien de verdad
que había imaginado en mi mente tantas
veces.
Tu cuerpo era el sostén perfecto
para aguardar tu maravillosa persona.
Tu piel llena de magia
conseguía con poco trabajo
que los poros de mi piel se alegrasen
si tus dedos los rozaban.
Ni que decir de lo que más me gusto de
ti,
el conjunto de tu persona.
Red de generosidad y felicidad unidos
en una sola.
Bienestar personal que proyectado a los
demás,
infunde una bendita aura.
La primera vez que te conocí,
deseé no dejar de conocerte nunca.
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